martes, 13 de octubre de 2009

El Aragonés Errante en Quito


Y ahora estas en mi lista
de promesas a olvidar
todo arde si le aplicas
la chispa adecuada

Con esta canción y sentado, Bunbury cerraba uno de los mejores conciertos a los que he asistido en mi vida.

Todo comenzó con una tarde congestionada en el tránsito de Quito, mientras las llamadas de mis amigos se cortaban a cada momento. De lo poco que lograba escuchar me gritaban que me apure porque la fila estaba realmente larga.

Al acercarme a la cato comencé a notar que el color negro y los sombreros vaqueros iban poblando los espacios. Ya a la altura del Tambo Real, había un color dominante contrastado con el dorado de la cerveza.

Luego de dos horas de conversar con unos desconocidos acerca de cualquier cosa, tomar vino mezclado con cerveza, y zhumir con V220, el ingreso se dio de manera ordenada, como en ningún concierto al que asistido. Siempre ha habido el típico colado, los empujones y la pelea por conseguir un buen puesto; es increible como los gustos "diferentes" crean una cultura diferente.

Eran aproximadamente las 7 de la noche cuando mi persona y cuatro amigos más encontramos un buen puesto cercano a la barda que dividía a VIP de preferencia. Entre conversaciones de una banda en formación surgió el tema de Fernando Delgadillo, quedándome estupefacto ante la sorpresa.

Siendo las 8:25 pm el público comenzó a silbar esperando el ingreso de su ídolo Enrique Bunbury. Con canciones de Elvis de fondo, a las 8:32 pm las luces se apagaron y dos pantallas mostaban imágenes extrañas desde manchas humanoideas hasta bailarinas de can can y El club de los imposibles.

Con un estilo único, repleto de ritmos estimulantes que invitaban a pegarse un porro, el concierto fue una fiesta de principio a fin. Enrique Bunbury se pasó con la calidad de su show, sus movimientos en el escenario y la fuerza en cada intervención fueron de altísimo nivel. Después de cantar 3 canciones saludó al público quiteño con un "Buenas noches cabrones". Dos colegialas ubicadas al lado mío se derretían con cada palabra del Aragonés Errante. Después de saludar a sus fanáticos, Bunbury invitaba a acompañarlo cantando canciones de sus álbumes como solista. Con cada interpretación la emoción aumentaba, y a pesar de no saber la letra de algunas de sus canciones el concierto era intenso como para disfrutarlo al máximo.

Pasada una primera fase con rock "pesado", el escenario se tiñó de rojo y Bunbury asomaba con una estola negra entonando Sácame de aquí. El público y este servidor estallaron en gritos cuando Enrique cantaba un "Me calaste hondo y ahora me duele", del tema Infinito, uno de los más populares del artista.






De vuelta al rock menos melancólico, la gente volvió a estallar cuando en las pantallas un anuncio que decía Las Vegas indicaba el inicio de la Apuesta por el rock n' roll. Pasando por canciones como Bujías para el dolor, Alicia, El hombre delgado que no flaqueará jamás, el concierto llegaba aparentemente a su fin.
Comenzando con un coro unísono Enrique!!! Enrique!!! y el típico grito de Otra!! Otra!!, el aragonés y su banda ingresaban nuevamente para cantar temas de su etapa como solista. Después de cantar 3 canciones más, Enrique se despedía del público quiteño.
Pasados entre 5 y 7 minutos más, el ex vocalista de Heroes del Silencio hacía una reaparición para cantar temas nostálgicos y hasta románticos. Las colegialas al lado mío casi mueren cuando Enrique interpretaba Y al final. Todo llegaba a su fin, pero faltaba lo mejor.
En su tercera y última salida, Enrique obviamente agotado por su presentación tomaba asiento y finalizaba su concierto con el éxito de Heroes del Silencio, La Chispa Adecuada. Complaciendo de esta manera a un Ágora llena que coreó durante dos horas y media las canciones de este exponente del rock en español, probablemente el mejor.
Con una salida igualmente ordenada y con ningún disturbio, los vendedores ambulantes hacían de las suyas ofreciendo pósters de Héroes del Silencio y de Bunbury, el cual era meritorio comprarlo. Un grupo de gente se dirigió a la Zona a terminar este concierto con una cerveza o algo más fuerte; 3 amigos y yo terminamos cantando Maldito Duende en un karaoke donde rompimos con la tendencia de cantar temas de Sin Bandera y Selena. De esta manera, Bunbury se convirtió en una referencia en mi grupo de amigos, y en las cerca de 4000 personas que agotaron las entradas.

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